lunes, 26 de octubre de 2009

EL COLIBRÍ DE HUANUCO, ENSAYO EN VERSO, DEDICADOS A GLORIA DAVILA ESPINOZA, DEL HUMANISTA ANTONIO MARTINEZ DE UBEDA LINDEN (ESPAÑA)

EL COLIBRÍ DE HUANUCO, ENSAYO EN VERSO, DEDICADOS A GLORIA DAVILA ESPINOZA, DEL HUMANISTA ANTONIO MARTINEZ DE UBEDA LINDEN (ESPAÑA)









SONETO I




Y en ventanas en miles de horizontes,

pinares, raíces para comensales

de silbidos, donde colibríes reales

permutan voces, vencedores montes.

Y en sonoros rayos, lianas, desmontes,

espacios de praderas con jarales,

árboles como grandes generales

para alas del volar en los remontes.

Patitas débiles, cortas, concretas,

conjugación de arco iris hilos bronceados,

colina de cielo que tiene suelos,

Senderos, para quien tiene lengua trompeta,

y vibrar de alas en arbusto y prados.

Nido que haga ponchera a dos polluelos.




SONETO II




Pajarillos parvularios, pequeños.

Y en jalcas sonar de cascada, afines

notas musicales como maitines

monásticos, con religionar de sueños.

El diario volar, alturas de empeños,

despierto divino de limites fines,

hablar de naturaleza a confines.

Bajar de luna y estrella a pies risueños

Para pájaros de ecos que están forjados

con saltos de chupiraga en chupiraga,

amanecer por soles levantados

Que hacen a la loricaria flor bella,

con el tintinear que el colibrí sella,

con verde de húmedo musgo y que halaga.




SONETO III




Afición volandera a olmo elevado,

que en corazón es granero y descanso

y nido, y gotear de agua en pico manso,

por saber de un supremo que le ha creado.

Y en creación todo parece ser proyectado

frescura en génesis del que es remanso

en diseñar con golondrina y ganso,

cigüeñar con un pingüino callado.

El colibrí, que se hace madre, y parto

en nido cascanuez, ante temblores

de aviso al humano del camino harto

De ser azor. Picaflor por amores

de hacer vida, como huevecillo guisante,

como novia en misterio insignificante.




SONETO IV




Y aquel primer tronco, árbol castaño

que tuvo pubertad de nacimiento,

con savia sabía de hacer pronunciamiento,

del hacerse viejo y ser canas de antaño,

Nieve en madrugada .y en selva ermitaño,

pasear del alba con afinamiento,

con pajarillos sin distanciamiento,

donde el primer colibrí araño

Ramas, durezas por boca picadas.

Eran enamoradas, largo pico,

fino señor de montañas peruanas

Vestir de color y voz de emplumadas,

guardador de distancias, como rico

dueño de lugares y nubes hermanas.





SONETO V



Pequeño estanque de aguas emplomadas

con los grises brillos de verdes hojas.

Brilla el chorro y seduce al sauce en lonjas

con sombras de lunas engalanadas.

Y con silenciar voces empapadas

que llaman junto a doce rosas roja

al colibrí oidor. Claustro de monjas,

cantor que bebe auroras azuladas,

Que gustan sorber con frescor al alba,

mañanas enraizadas por los ríos

de helechos. Minutar tiempos glosados,

Porque meta es volar, primavera en salva,

para ir a la poza que espera en bríos

brincar diario de plumajes rizados.




SONETO VI




Colibrí movido sin la bravura

de toro novio, de mirar de amores,

en ventanas de cristales y hervores,

donde jaula cerrada a alguien le es locura.

Libre y preso, con distancias de espesura,

y ante espejo de pechos desertores,

riesgo eterno de que sean vanos errores

huir por culpa de una dueña de usura

Que prohíbe instinto a jóvenes pajarillos.

Con frescura en los alpes. Estribillos

de dos colibríes por enamorados,

En rincón de ventana .y que humillados,

por prisión que nunca florece en rosales,

don del sensualismo y canción de avales.





SONETO VII



De tenores y barítonos cantos,

sonido literal, pajarería,

plumas que de algodones perdería

quien por no cantar hiciera dos llantos.

Volátil pegado a nubes de amiantos,

redondeles de sol y braseria,

verano en sudor y chicharreria,

pajarillo con orquesta de santos

Junto a la fulcadea que hace ponientes.

Que remata con su cola adornada

la grandeza del gavilán fornido.

Pico de oro natural, gorjea ardientes

timbres como acordeones de sonido,

pleiteando con majestad la jornada.




SONETO VIII




Pinares que en los montes más salvajes

hasta el pájaro torvo es teologado,

y en pintura de paraíso iniciado

juntar de dos primeros personajes.

Rincón de amor que hicieron homenajes,

beso de pradera a Eva y Adán colmado,

primer claro de luna con campo alado,

oír colibrí en silenciar de paisajes.

Los vergeles ardientes, por esencias,

primer paraíso de océanos lejanos,

con los rumores de melancolías.

Romanticismo en campanas de ausencias,

hombros desde donde ver humos llanos,

descanso en campo, y chopos y magnolias.





SONETO IX



Caían hojas desde aquel manzano

de perlas amarillas, refrescantes,

donde el colibrí, nectaba en vibrantes

por su sed de vuelo de quehacer sano.

Diaria visita y saludar no en vano,

picoteo de saboreos endulzantes,

compañía de canarios errantes,

con ritmos, voz de sonido altiplano.

Amigas las flores, sangrientas venas,

paseo en sol solano y color avenas,

pólenes distantes, bellos azules.

Y para verdear, los verdes oscuros árboles,

que hacen sedas del lirio, e hilos de tules,

la telaraña amiga de arreboles.




SONETO X



Solitarios personajes de vuelos,

cincuenta de colores, de amarillos,

verdes grises, rojos rosas, y grillos

que por calores cantan desde suelos

En su negro chillar por arroyuelos,

cañas de azúcar y malecón de brillos.

Pan de trigos, pellizcados anillos

donde honores son delgada agua y duelos,

Entre paloma de ciprés y selva ancha.

Machu pichu en pólenes desvirgados

por quienes con metálicos reflejos,

Despiertan a guaraníes con espejos.

Apurímac, picadores alzados,

con zambullidor sonido sin mancha.



Humanista Antonio Martínez de Úbeda linden.

Ensayo en verso, “el colibrí de Huanuco”, versos dedicados a Gloria Dávila Espinoza