EL COLIBRÍ DE HUANUCO, ENSAYO EN VERSO, DEDICADOS A GLORIA DAVILA ESPINOZA, DEL HUMANISTA ANTONIO MARTINEZ DE UBEDA LINDEN (ESPAÑA)
SONETO I
Y en ventanas en miles de horizontes,
pinares, raíces para comensales
de silbidos, donde colibríes reales
permutan voces, vencedores montes.
Y en sonoros rayos, lianas, desmontes,
espacios de praderas con jarales,
árboles como grandes generales
para alas del volar en los remontes.
Patitas débiles, cortas, concretas,
conjugación de arco iris hilos bronceados,
colina de cielo que tiene suelos,
Senderos, para quien tiene lengua trompeta,
y vibrar de alas en arbusto y prados.
Nido que haga ponchera a dos polluelos.
SONETO II
Pajarillos parvularios, pequeños.
Y en jalcas sonar de cascada, afines
notas musicales como maitines
monásticos, con religionar de sueños.
El diario volar, alturas de empeños,
despierto divino de limites fines,
hablar de naturaleza a confines.
Bajar de luna y estrella a pies risueños
Para pájaros de ecos que están forjados
con saltos de chupiraga en chupiraga,
amanecer por soles levantados
Que hacen a la loricaria flor bella,
con el tintinear que el colibrí sella,
con verde de húmedo musgo y que halaga.
SONETO III
Afición volandera a olmo elevado,
que en corazón es granero y descanso
y nido, y gotear de agua en pico manso,
por saber de un supremo que le ha creado.
Y en creación todo parece ser proyectado
frescura en génesis del que es remanso
en diseñar con golondrina y ganso,
cigüeñar con un pingüino callado.
El colibrí, que se hace madre, y parto
en nido cascanuez, ante temblores
de aviso al humano del camino harto
De ser azor. Picaflor por amores
de hacer vida, como huevecillo guisante,
como novia en misterio insignificante.
SONETO IV
Y aquel primer tronco, árbol castaño
que tuvo pubertad de nacimiento,
con savia sabía de hacer pronunciamiento,
del hacerse viejo y ser canas de antaño,
Nieve en madrugada .y en selva ermitaño,
pasear del alba con afinamiento,
con pajarillos sin distanciamiento,
donde el primer colibrí araño
Ramas, durezas por boca picadas.
Eran enamoradas, largo pico,
fino señor de montañas peruanas
Vestir de color y voz de emplumadas,
guardador de distancias, como rico
dueño de lugares y nubes hermanas.
SONETO V
Pequeño estanque de aguas emplomadas
con los grises brillos de verdes hojas.
Brilla el chorro y seduce al sauce en lonjas
con sombras de lunas engalanadas.
Y con silenciar voces empapadas
que llaman junto a doce rosas roja
al colibrí oidor. Claustro de monjas,
cantor que bebe auroras azuladas,
Que gustan sorber con frescor al alba,
mañanas enraizadas por los ríos
de helechos. Minutar tiempos glosados,
Porque meta es volar, primavera en salva,
para ir a la poza que espera en bríos
brincar diario de plumajes rizados.
SONETO VI
Colibrí movido sin la bravura
de toro novio, de mirar de amores,
en ventanas de cristales y hervores,
donde jaula cerrada a alguien le es locura.
Libre y preso, con distancias de espesura,
y ante espejo de pechos desertores,
riesgo eterno de que sean vanos errores
huir por culpa de una dueña de usura
Que prohíbe instinto a jóvenes pajarillos.
Con frescura en los alpes. Estribillos
de dos colibríes por enamorados,
En rincón de ventana .y que humillados,
por prisión que nunca florece en rosales,
don del sensualismo y canción de avales.
SONETO VII
De tenores y barítonos cantos,
sonido literal, pajarería,
plumas que de algodones perdería
quien por no cantar hiciera dos llantos.
Volátil pegado a nubes de amiantos,
redondeles de sol y braseria,
verano en sudor y chicharreria,
pajarillo con orquesta de santos
Junto a la fulcadea que hace ponientes.
Que remata con su cola adornada
la grandeza del gavilán fornido.
Pico de oro natural, gorjea ardientes
timbres como acordeones de sonido,
pleiteando con majestad la jornada.
SONETO VIII
Pinares que en los montes más salvajes
hasta el pájaro torvo es teologado,
y en pintura de paraíso iniciado
juntar de dos primeros personajes.
Rincón de amor que hicieron homenajes,
beso de pradera a Eva y Adán colmado,
primer claro de luna con campo alado,
oír colibrí en silenciar de paisajes.
Los vergeles ardientes, por esencias,
primer paraíso de océanos lejanos,
con los rumores de melancolías.
Romanticismo en campanas de ausencias,
hombros desde donde ver humos llanos,
descanso en campo, y chopos y magnolias.
SONETO IX
Caían hojas desde aquel manzano
de perlas amarillas, refrescantes,
donde el colibrí, nectaba en vibrantes
por su sed de vuelo de quehacer sano.
Diaria visita y saludar no en vano,
picoteo de saboreos endulzantes,
compañía de canarios errantes,
con ritmos, voz de sonido altiplano.
Amigas las flores, sangrientas venas,
paseo en sol solano y color avenas,
pólenes distantes, bellos azules.
Y para verdear, los verdes oscuros árboles,
que hacen sedas del lirio, e hilos de tules,
la telaraña amiga de arreboles.
SONETO X
Solitarios personajes de vuelos,
cincuenta de colores, de amarillos,
verdes grises, rojos rosas, y grillos
que por calores cantan desde suelos
En su negro chillar por arroyuelos,
cañas de azúcar y malecón de brillos.
Pan de trigos, pellizcados anillos
donde honores son delgada agua y duelos,
Entre paloma de ciprés y selva ancha.
Machu pichu en pólenes desvirgados
por quienes con metálicos reflejos,
Despiertan a guaraníes con espejos.
Apurímac, picadores alzados,
con zambullidor sonido sin mancha.
Humanista Antonio Martínez de Úbeda linden.
Ensayo en verso, “el colibrí de Huanuco”, versos dedicados a Gloria Dávila Espinoza
lunes, 26 de octubre de 2009
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